Emanaciones curativas en la tumba de Sor Juana Guillén


En 1882, el sacristán del convento de agustinas de Orihuela, Joaquín Pérez, descubrió asombrado que la lápida del sepulcro de Sor Juana Guillén parecía sudar, emitiendo un líquido inexplicable. Este fenómeno fue presenciado también por el P. Payá, quien lo interpretó como un signo de tiempos difíciles para la Iglesia.

Años después, en 1889, Dolores Sánchez fue testigo de un hecho singular. Mientras acompañaba a su amiga Pilar Ruiz, quien quiso besar la tumba de la Venerable Sor Juana Guillén, ambas observaron que la lápida desprendía gotas de agua, formando un pequeño charco. Pilar, asustada, pasó un pañuelo por la piedra y lo encontró completamente mojado. Dolores, incrédula, corrió a comprobarlo y vio con sus propios ojos cómo la tumba “lloraba”.

Más tarde, Dolores usó aquel pañuelo empapado para aliviar un fuerte dolor de muelas de su madre, quien sanó de repente. Poco después, su madre sufrió una grave caída que la dejó con el pie totalmente inmovilizado. Tras probar distintos remedios médicos sin éxito, aplicó un paño humedecido en la lápida sobre el pie e, inmediatamente, la mujer recuperó la movilidad y el dolor desapareció por completo.

Estos sucesos extraordinarios, que evidencian el poder de intercesión y curación de Sor Juana Guillén, fueron autenticados ante notario y se incorporaron al proceso de beatificación de la Venerable.